viernes, 11 de mayo de 2007

Desamor

Ya no vuelvas más, no quiero verte. No quiero recordar el dolor que provocaste, las mentiras que ciegamente creí de ti, los sueños rotos, las penas, las lágrimas. Si te sirve de consuelo no te olvidaré, aunque mis razones sean meramente egoístas. Permanecerás en mí solo para recordarme los grandes errores que cometí a tu lado. No te odio y jamás lo haré, no podría nunca. Pero hace tiempo que dejaste de ser parte de mí y de mi vida. Nuestros destinos se han separado por completo y no hay marcha atrás. Acéptalo sin hacer preguntas que no contestaré.

Admitiré que te amé pero ya no lo hago más. Se ha perdido todo lo que alguna vez existió entre nosotros. Solo queda un pasado en común que invariablemente no puede ser borrado, pero aunque pudiera no lo borraría. No me arrepiento de él aun cuando te pida perdón, perdón que solo pido porque se que también te hice daño. Fui un monstruo incontrolable en muchas ocasiones. No fue tu culpa mi inexperiencia, mi descontrol, mis impulsos locos y mi falta de amor para combatir todo lo anterior. Lo siento, no diré más. No mereces más realmente. Porque tu necedad, inmadurez y locura cotidianas fueron las que destruyeron esta relación. Y que bueno que fue así, tú siempre desataste lo peor de mí, siempre fuiste mi demonio. Yo tampoco estoy exento de culpa, lo tengo claro, y es por ello que me despido. Sin resentimientos ni rencores, sabiendo que si alguna vez nuestros caminos se cruzan, no será para regresar.

Y aun así, regresas a mí, seductora y alegre, susurrándome al oído las palabras que quiero escuchar, aunque más tarde sean ellas mismas las que fragmenten mi alma. Juegas conmigo sin saberlo, sin quererlo, pero lo haces y yo te sigo la corriente, con la ilusión de que las cosas cambien. A veces, sin embargo, decides llevar la situación por otro camino y yo me quejo, y te reclamo porque no son como yo quiero, como si tuviera el poder de decidir el sendero de nuestra relación. Pero son solo caprichos, deseos reprimidos que reflejo en ti aunque de nada valga en si tu persona. Y no digo con esto que no te quiero, porque por algo te sigo viendo más allá de en lo que el pasado nos convirtió. No es a ti a quien busco en tu persona. Son mis esperanzas en el amor, mi corazón partido que está buscando la forma de reconstruirse. Extraño mi ingenuidad y mi entrega pura; y los extraño porque se que no regresaran, y los extraño porque me he transformado en alguien más.

¿Dónde estás? Te veo aquí a mi lado pero se que no eres tú. Es tal vez la sombra de un recuerdo marchito, de un olvido indeciso, de una noche de amor, de mi amor, más no eres tú. Tú te fuiste sigilosamente, esperando que tal vez yo también fuera a esa tierra de nadie donde los muertos pierden existencia, donde todo deja de ser. Y si, lo pensé y me vi tentado a seguirte, pero el miedo traicionero me amarró a la esperanza de tu regreso. Mientras, yo sigo aquí, junto al esqueleto superfluo de quien alguna vez fue mi mujer, aquella a quien todo di, la que se marchó con el destello de estos ojos fríos que me miran con vaga indiferencia, sin saber que hacer, que decir, o que soñar. Creo sin embargo que es hora de la despedida y por ello le digo adiós a tu concha, a tu recuerdo, y a la falsedad; para buscarte a ti, seas quien seas, y estés donde estés.

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